viernes, 30 de marzo de 2012

y Siete Novelas Cortas II.

Otra de las cuestiones que más me han llamado la atención es la cantidad de personajes que pasan por estas páginas de Laforet. Aunque de lo que más se habla en las reseñas y resúmenes que se han escrito sobre este libro -y aún en el prólogo de Álvaro Pombo y de Agustín Cerezales- es la beatitud de buena parte de las protagonistas de estas historias sin embargo me parece fundamental destacar que el objetivo de la Laforet era el retrato de la época, al igual que el de tantos buenos novelistas. Respecto a la época que se trata hay que decir que no siempre es la de la posguerra española pues la Guerra Civil está presente en estas historias y, por ejemplo, protagoniza  LOS EMPLAZADOS, novela en la que, por cierto,  la multiplicidad de personalidades es particularmente interesante, paradigmática por cuanto siendo tan diferentes el comandante, el alférez, el soldado y la profesora deben salvar un destino común, aún sin saberlo. Sobre las interpretaciones que abundan a propósito de la dicotomía bien-mal digo que no estoy de acuerdo, que no lo veo. La aparición del Diablo en esta historia es la de las riendas firmes, la del camino predispuesto o necesario, y su contradicción es la libertad lograda, labrada en las pasiones y el raciocinio de los personajes que hacen su propio futuro cuando interactúan.



La novela LA NIÑA es quizá la historia en la que de manera más clara aparece el personaje de la beata en el que yo mismo vengo insistiendo mucho. Se llama Carolina y pronto se encontrará en el camino con la niña Olivia, hija de María y que agoniza en el hospital que la beata atiende en su labor de ayuda a los desfavorecidos, enfermos en este caso. La beata deberá hacer frente, además, a una situación familiar de por sí un tanto enrevesada que, además, se agrava con los nuevos acontecimientos. Como en otras novelas los que parecen ser al principio personajes principales dan algo de paso a otros nuevos que parecen y cuyas vidas nos cuenta la Laforet al detalle, con pleno conocimiento. En esta novela la niña Olivia se nos aparece al final del relato como proyección de los deseos de Carolina, la beata.

En general y según voy haciendo la cuenta entiendo que estos relatos, estas novelas cortas, son de una calidad sobresaliente, tanto en la técnica estrictamente narrativa, su redacción, de una sencillez abrumadora, como en la calidad de las historias, humanas, profundas. Un ejemplo claro es EL ÚLTIMO VERANO, en la que doña Pepita es la madre de familia desahuciada, la razón de que todos los hijos se unan en un compromiso que en otras circunstancias sería imposible y en los momentos que se cuentan presentes cabría calificar de heróicos, dados los escasos ingresos con los que cuentan los distintos miembros de la familia: se trata de regalarle a mamá las que seguramente serán las últimas vacaciones de su vida(1).

Hay otro elemento que aparece una y otra vez en mis notas, y que hace referencia a un personaje: el de la criada. Este cumplía un papel importante en NADA, y aparece por algunas de estas novelas con un perfil común: el de quien fastidiosa cumple con su tarea a cambio de un mal techo y de poco que llevarse a la boca, como evidencia de la situación real de señores y señoras venidas a menos, pobres empobrecidos tras perder con el paso de las generaciones -también de la guerra- su noble posición social.

El libro cierra que la novela EL NOVIAZGO, que es considerada por muchos como la mejor de todas. También me ha gustado. Mucho. No entro en si es el mejor relato  pero coincido en que está entre los mejores. La historia parte con la propuesta de matrimonio que De Arco hace a su secretaria Alicia, bastante más joven que él aunque sea ella también una persona madura. La cuestión no es la edad sino la ocasión que Alicia se le presenta en un momento en el que ya no la esperaba, tantos años después de dar por perdida su ambición de casarse bien, con su jefe, de ser una persona respetable, con un título nobiliario... así que lo que ahora desencadena la propuesta de De Arco -que por su parte aspira a poco más que a estar acompañado en los últimos años de su vida- es un conflicto de prejucios entre las partes y en el que ninguna de las dos se salva por lo que, una vez más, no hay atisbo de enfrentamiento entre el bien y el mal ni se establece juicio de valor alguno. De verdad que no sé por qué se ha insistido tanto en esto: supongo que hubo quien lo dijo y, ya sabe, a base de copia pega es como algunas ocurrencias se convierten en verdades irrefutables. Por si no ha quedado claro: Carmen Laforet no juzga a sus personajes. En el caso presente los intereses de cada uno respecto del otro no llegan a cruzarse sino que, más bien, se establecen en tiempos -épocas de sus vidas- distintos, creándose un dilema interesante y sensacional, que los protagonistas han de resolver desde posiciones de poder no tan diferenciadas como cabría suponer(2).
Vuelvo en esta novela a destacar la incursión que, como ocurría en LOS EMPLAZADOS, hay de elementos mágicos. En esta ocasión destaco un largo diálogo que De Arco mantiene con su esposa muerta o, más bien, con la fotografía de ella. Se trata de una licencia que no se permite de manera explícita, pues es interpretable, pero resulta atractiva y misteriosa en cualquier caso.

Álvaro Pombo destaca en el prólogo el papel renovador de Carmen Laforet y entiende la posguerra como tema central de estas novelas. Personalmente me sorprendió mucho su insistencia en la aparición de la mujer beata, que no dejó de chirriarme e, incluso, enfrió un tanto mi predisposición inicial a su lectura. También Echevarría hablaba de ello e, igualmente, lo hacía Cerezales. Tenían razón, claro, y este cualidad se ha descubierto también para mi como uno de sus valores más importantes. La voz particularísima de esta escritora, un tanto melancólica pero quizá sobre todo resignada, su estilo preciso y claro y la profundidad psicológica de los personajes hacen de estas historias piezas tan sensibles como apetecibles: listas para degustar de nuevo.



La editorial Menoscuarto publicó anteriormente los cuentos de Laforet, con el nombre de CARTA A DON JUAN, libro del que espero hablar próximamente. Les dejo ahora con algunos fragmentos de estas novelas, he pensado en ordenar las entradas así de aquí en adelante, por facilitar una lectura selectiva a quien lo desee.








-En el original.....................................

(1) El último verano, páginas 399 y 400.
   
    Un rato más tarde, Luis, peinado primorosamente y vestido de limpio, causaba el asombro de la familia al extender sobre la mesa un fajo de billetes.
    - Para el veraneo de los padres.
Estaban todos reunidos para la cena. Todos sentados a la mesa esperándole, como de costumbre. Pero aquello rayaba en lo asombroso. Se quedaron sin decir palabra. Lucas contó los billetes.
    - Ochocientas pesetas... ¿De dónde has sacado tú las ochocientas pesetas?
    El padre se había puesto en pie, descompuesto.
    -Si has encontrado esto en la calle, desde ahora te digo que hay que devolverlo.
    -No hay que devolverlo... Lo he ganado yo... -Luis tenía la voz un poquillo temblorosa.
    -¿Que lo has ganado?...
    La voz de Luis se hizo como un hilo.
    -En la lotería de los ciegos... Sí.
    Fue un golpe afortunado. Tan afortunado que a nadie le cupo la menor duda sobre su certeza. Luis sintió por el pecho como un ahogo de alegría. Le parecía que era la primera vez que sentía una alegría así, de ver felices a los demás, simplemente.
    -Pues no sabes la suerte que es eso, muchacho -decía Lucas-. A mí no me han prestado en la oficina más que mil pesetas... Pero mi novia me ha dado otras mil... ¿Os causa asombro?... Son sus ahorros. Los ahorros que ella tenía para ir preparando su equipo de boda... En su casa ni lo saben... Es una muchacha como no se encuentra otra. Es como tú, mamá... Igual que tú.
    Doña Pepita miraba su plato, aún vacío; y con un dedo gordezuelo trazaba misteriosamente signos en el mantel. Don Roberto sonreía un poco, debajo de sus bigotes, mirándola.
    Se hizo un silencio. Una mariposa de noche, misteriosamente perdida en la ciudad, entró por el balcón y empezó a revolotear, torpe, gruesa, junto a la lámpara.
    -Bueno, mujer, ¿qué dices a esto?
    Doña Pepita levantó una cara sin sonrisa, una cara que resultaba conmovedoramente cómica, con los ojos empañados.
    -Hijo... Tu padre quiere que te diga algo... Pues, no sé... Dile a tu novia que no se parece tanto a mí como todos os empeñáis en decir... Dile que yo, a su edad, no hubiera dado mis ahorros para que una suegra desconocida se fuese de veraneo. Ésta es la verdad, y tengo que decirla. Yo no los hubiera dado.

   

(2) Un noviazgo, páginas 414 a 416.

    De Arco era un hombre corpulento, en plena decadencia. Desde hacía dos o tres años se derrumbaba como una torre. Había pasado de una juventud largamente sostenida a una decrepitud física que causaba asombro en los que le conocían. Ahora parecía de más de edad de la que tenía realmente. Tenía la nariz aguileña y su cabello era espeso, pero completamente blanco. Blancas también las cejas, y, debajo de ellas, una última y viva juventud en los ojos negros le hacían muy simpático.
    Estaba de pie junto a la ventana, y se apoyaba en un bastón. Acababa de pasar un terrible ataque reumático, y aún se resentía. Se volvió apenas al sentir a Alicia y la llamó.
    -Deja esa tremenda carpeta sobre la mesa y ven aquí. Hay algo interesante.
    Su voz, como sus ojos, estaba llena de vida y de simpatía. Alicia pareció no oír. Preguntó desde lejos:
    -¿Cómo se encuentra hoy?
    -¡Rejuvenecido!
    De Arco sonreía, y en aquella sonrisa había un poco de ironía y mucho encanto.
    -Bueno, acércate. Tienes que ver cómo juegan los perros. Te voy a regalar uno de los cachorros.
    En el patio jugaban, en efecto, un pareja de setters y tres crías.
    -Ya sabe usted, De Arco, que en casa no tengo sitio para perros.
    -Buenos... ¿no te gustan?
    -Sí...
    Alicia no sabía si los perros le gustaban o no. Se había pasado la vida diciendo que adoraba a estos animales y había acabado por creérselo. A De Arco le gustaban mucho.
    Alicia se había acercado muy circunspecta a la ventana, dejando un buen espacio entre ella y el jefe. Miraba aplicada y seriamente hacia el jardín; la expresión de su cara menuda era la misma que cuando estaba ante la mesa de trabajo. De Arco la contempló.
    -Pareces una niña, Alicia. Es curioso.
    Alicia enrojeció ligeramente.
    -Soy mucho más joven que usted.
    De Arco golpeó impaciente con el bastón.
    -No me refería a tu edad... Y ahora estamos solos, como siempre, por más señas, quisiera que me explicases cuándo vas a dejar de llamamrme de usted... Es bien ridículo entre nosotros.
    Alicia le miró. Tenía los pómulos enrojecidos.
    -No sé qué prtende, De Arco. Jamás he sido para usted otra cosa que una secretaria... Y que yo sepa no le he dado permiso nunca para tutearme.
    -¡Válgame Dios!... Nos conocemos hace treinta años, me has salvado la vida en una ocasión, has velado el cadáver de mi hijo. Y no puedo llamarte de tú... Eres una ridícula...
   Los ojos de Alicia resultaban casi siempre apagados. Ahora brillaron.
   -No soy como las demás mujeres que usted está acosumbrado a tratar, eso es todo. En las ocasiones a que usted se refiere me limité a cumplir mi deber. Soy su secretaria, como antes. Le trato con todo respeto y esijo respeto también.
    -¡Bravo, señor! Ahora hay que aplaudir, ¿no es cierto? De Arco bromeaba, mientras Alicia seguía seria. Él levantó el bastón señalándola, sin que la secretaria perdiera su rigidez.
    -¡Tonta de capirote!...
   Hubo un pequeño silencio.
    -¿No quiere repasar su correspondencia?
    -No, no quiero repasar mi correspondencia. Quiero charlar contigo. Vamos a sentarnos, porque me duele el pie, y vas a pedir que nos sirvan la merienda allí, junto a la chimenea... ¡Cuántas veces hemos merendado juntos aquí, Alicia?
    -Desde que usted se aburre, muchas.
    -Treinta años viéndote... ¿Te das cuenta de que esto resulta ya una especie de matrimonio? Nadie sabe tantas cosas de mí como tú... Esto es un descanso...



3 comentarios:

  1. "Nada" en la mesita. En cuanto muera Escipión el Africano será su turno.

    ResponderEliminar
  2. Pues ya me contarás, Impenitente. Espero que te guste y, si no, debate.

    ResponderEliminar
  3. nooooo deje la tarea a ultima hora y amo a one direction

    ResponderEliminar

Comentarios.