lunes, 2 de diciembre de 2013

Zurita.


Raúl Zurita, 2011.
Editorial Delirio, 2012.

752 páginas.
24 €.

Me animé a este poemario cuando los del ya cerrado blog Addison de Witt  lo eligieron como el mejor publicado en 2012.  Unos tipos con criterio propio, de los que hacen un análisis concienzudo de las obras de las que hablan por un lado y por otro se muestran radicalmente críticos con los mecanismos habituales de premios y otros movimientos comerciales de editoriales y habituales padrinos literarios elegían la obra homónima del chileno Zurita (Raúl) como la más interesante y yo tomé nota. Y he acabado por leerla. Unas 750 páginas de imágenes que evolucionan a la velocidad de un glaciar, un glaciar de muerte, de dolor, un poemario negro sobre el Pacífico. Me perdonen el tropo.

Digamos que el hecho que desencadena el poemario, el suceso radical, es la dictadura chilena de Pinochet cuyo golpe de estado se produjo el diez de septiembre de 1973. Los acontecimientos que suceden a partir de esta fecha son la dolorosa inspiración de los poemas de Zurita.


CIELO ABAJO.

Mañana me marcho papá. Díselo tú a mamá. Voy
a limpiarle el óxido a la bicicleta y tomaré por el
viejo camino que dejó el río al secarse. No más
libros papá. Partiré muy temprano para que mamá
no lo advierta. Después se lo cuentas tú papá. No
me despediré de nadie. Me habría gustado dejarle
algunas flores a Veli, pero ya hace mucho que
aquí las únicas flores que se dan son las piedras.
Hondo es el pozo del tiempo. ¿Ves allá al fondo
esas montañas? Sus cumbres están tapadas y
quizás llueva. ¿Te imaginas el mar cubriendo
otra vez este pedrerío papá? No me hablas papá.


Las montañas del fondo son los Andes que empujan a Chile hacia el Pacífico. El pedrerío es Chile, la desolación, el país roto del que Zurita habla en poemas que van complementándose hasta pulir las imágenes de sangre y ceniza de cada capítulo de  su propia experiencia (Escribo ahora la fecha de mi nacimiento: 10 / de enero de 1950, y el lugar: Santiago). Pero no todo es Chile ni todo es aquel tiempo hacia el que los poemas tienden como presentimientos o sueños o pesadillas, a veces como recuerdos difusos que hacen referencia a sucesos imposibles que fueron, que podrían formar parte sólo de una realidad dañada hasta el sinsentido:


CIELO ABAJO.

Ya es 11 de septiembre. Como si fuera otro mar, el
inacabable pedrerío se estrella contra la reja de
una casa de dos pisos que se ha mantenido intacta,
incólume, en medio de la tierra infinitamente
arrasada. Te acercas. Miras por una de sus
ventanas y ves que todo sigue igual; el cuadro con
un puerto de noche colgado en el living, la
pequeña mesa de centro, el sofá y los dos sillones
de un verde muy claro. Tu madre se levanta de
uno de los sillones con un niño de días en sus
brazos y alza los ojos. Le haces gestos desde el
otro lado de la ventana, le mueves las manos, le
golpeas los vidrios mientras el sonido del mar se
hace uno con el estruendo de la muchedumbre
cruzando las aguas. Son infinidades de niños,
mujeres y hombres que se abrazan con los ojos
enrojecidos, hijos cargando a sus padres en las
espaldas, pueblos, generaciones enteras que
avanzan fundiéndose con el río de la barrosa
humanidad que emerge gritando. Tú también
gritas, tú también chillas pegado a la ventana de
una casa en medio de la tierra devastada.
Empapado, con desesperación golpeas los vidrios
y los gritos se oyen cada vez más fuerte. Tu
madre se acerca a la ventana con el niño de días
en los brazos y mira el amanecer. Sus ojos se
cruzan con los tuyos. No te ve. No puede mirarte.

La humanidad que emerge gritando. Esa es otra de las claves del libro. El caso Chile es sólo paradigma personal del horror que otros sufrieron. Si hay pasajes en los que uno no sabe bien dónde se encuentra el mal es porque ello en cierto grado viene a reproducirse de la misma manera en todos los lugares. La Historia escrita con sangre.

El poemario está divido en tres libros: TU ROTA TARDE (día 10 de septiembre de 1973), TU ROTA NOCHE (entre el 10 y 11) y TU ROTO AMANECER (día 11). Son los días del golpe de estado. Personalmente he leído a Raúl Zurita como si se tratase de un prosista muy sofisticado, quizá demasiado. Digo sofisticado en el sentido de preciosista, un relatista poético, no sé, las fronteras se diluyen para mí. Lo cierto es que a lo largo de casi ochocientas páginas en las que la reiteración no sólo está presente ni es abundante sino que es formal y vertebra la obra (el océano, las montañas, el cielo, el país que es engullido...) he perdido la concentración que muchas de esas páginas me exigía, en las que tan sólo pasajes puntuales me hacían despertar y participar del poemario. Es algo que me ha ocurrido sobre todo en la parte central. Pero así es como Raúl Zurita logra una sensación de desesperanza absoluta con la que el lector -me atrevo a prever- llega a la última parte blandito y listo para recibir las últimas sacudidas, una vuelta de tuerca que le lleva a uno a reflexionar sobre la cuestión del gozo en casos como este. Lo que digo es que resulta desconcertante que uno pueda llegar a disfrutar leyendo tanto dolor, y supongo que se debe precisamente a la mezcolanza de sentimientos encontrados que incluye filantropía y resignación, empatía y reacción ante la injusticia que se nos narra en bellas estrofas.


AUSCHWITZ

Auschwitz, gritó el inspector haciendo sonar el
silbato. Afuera hacía un frío de pelarse y mi
chica me preguntaba.
A la salida había un puesto de hot dogs llamado
"Perro Judío", tiendas de jabones y largas filas
esperando su turno.
La cámara de gases era una casa con duchas y
paredes pintadas de color frambuesa. Love,
exclamó mi chica mirándola: ¡Pero si es el
dormitorio de mamá!
La cama estaba ya deshecha e hicimos el amor
frente a los ángeles de la muerte con rapidez y
furia.
Después entramos a la sección "Crematorios".
Todavía alcanzaste a decirme
"Love is a many splendored thing"


El libro está ilustrado con fotografías de los acantilados chilenos tomadas por Nicolás Piwonka, y también por fotografías de algunos poemas del autor en el cielo, tomadas por Ana María López. Tal y como lo oyen. A propósito de esto contaré también que hay una relación con  Roberto Bolaño que va más allá de su nacionalidad. Además del hecho de que -entre otros artistas conocidos como Kurosawa, Dylan, Beethoven o Enrique Lihn- el autor de 2666 también aparece en varios poemas de la parte central del libro, Raúl Zurita establece un paralelismo necesario entre su obra y la del novelista que tiene que ver precisamente con el mal. Como dato hay que tener en cuenta que el poeta Carlos Weider, protagonista de ESTRELLA DISTANTE, escribía poemas en el aire con su avioneta nazi, tal como hizo alguna vez el poeta que nos ha ocupado. A Bolaño le interesaba ya desde LA LITERATURA NAZI EN AMÉRICA lo paradójico que hay en la relación entre infamia y sensibilidad artística. Quiero ver que el poeta Raúl Zurita recoge el testigo que en parte nace de sí y escribe a su manera -como lo hicieran Bolaño o Borges- un libro sobre lo más infame, aunque esta vez se trate de un poemario.




4 comentarios:

  1. Hola Peri:

    Por una serie de casualidades, recuerdo al editor, Fabio de la Flor, contando en un bar lo contento que estaba porque le había concedido una subvención para publicar este libro.
    Yo he leído de él Purgatorio, que me desconcertó un poco, y tengo en casa si leer uno de sus últimos libros. A ver si me pongo.

    saludos

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  2. Hola, David.
    Aunque algo excesiva por su longitud la verdad es que me ha gustado la experiencia Zurita. Yo también espero seguir leyendo a este autor.

    Salud y buenos alimentos.

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  3. Hola Javier:
    No conocía nada de Raúl Zurita, pero, picado por la curiosidad, he acudida a la inefable wikipedia, que a veces trae cosas interesantes. Por ejemplo:
    “El 2 de junio de 1982, su obra creativa da un nuevo paso con el poema La vida nueva, escrito en los cielos de Nueva York, mediante cinco aviones que trazaban las letras con humo blanco y las cuales se recortaban contra el azul del cielo. Esta creación estaba compuesta por quince frases de 7-9 kilómetros de largo, en español.”

    Con lo que tenemos por un lado a un poeta conceptual y al no menos inefable Bolaño. Ya sabemos de dónde saca el personaje de Carlos Weider uno de nuestros escritores de cabecera. Sigo leyendo la entrada de Raúl Zurita y es como si estuviera ante uno de los relatos de Bolaño, esos poetas ¿inventados? que sólo conocen misteriosos autores chilenos.

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  4. Hola anónimo que supongo por nombre llevas José Carlos.
    Sí, a mi también me pareció claro que Bolaño se inspiraba en Zurita para esa faceta del Weider. Pero cuidado, pobre Zurita: él no puede tener nada más que ver con el truculento protagonista de Estrella Distante.
    Nos vemos, compa.

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Comentarios.