sábado, 12 de abril de 2014

Nº 74

Ariel reedita una vez más este libro que el novelista y cronista Luis Romero (Barcelona 1916-2009) escribió por primera vez en 1967 como reportaje de investigación, él que había vivido la guerra civil española desde el bando franquista pero que siempre dijo escribir en defensa de todas las víctimas. Lo que transcribo es la nota que hizo para la edición de 2006.


Luis Romero, 1967
Ariel,  2014

642 páginas.
Pvp, 26.90 €.

Hace casi cuarenta años que se publicó por primera vez este libro. Que ahora aparezca una nueva edición  indica que todavía puede interesar, la obra o los hechos que en ella se narran, de los que hará muy pronto setenta años, una vida. Tiempo suficiente como para que la mayoría de los que participaron en ella hayan muerto. Cuando los escribí, hace cuarenta años, eran todavía un recuerdo vivo, trágico para muchos. Hoy son, o deberían ser, definitivamente y más para bien que para mal, historia. El pasado se ha alejado irremediablemente, y eso lo único que tiene de malo es que con el pasado nos alejamos nosotros mismos.

Poco quiero y puedo añadir ahora. Tan sólo tal vez recuperar algunas ideas del prólogo que escribí en 1967 y que no apareció en la última edición, la de 1994, ni aparece en esta.

Decía entonces que los jóvenes (los de 1967, hoy maduros o más que maduros) desamaban a la generación de la guerra. ¿Qué piensan de la generación de la guerra los jóvenes de hoy? No lo sé, tal vez no piensen ni sientan nada especial. En el desamor y en la indiferencia hay, junto a una parte de razón, una parte de injusticia. Los hombres y mujeres de la guerra arriesgaron , sufrieron y perdieron. Un hombre que ha hecho, o vivido, la guerra, un hombre (o mujer) que se ha encontrado en una encrucijada donde lo físico, moral y espiritual se confunden, un hombre (persona) que ha sentido alrededor la muerta propia, y la ajena, merece una cierta indulgencia. Tal vez la lectura, ya entrado el siglo XXI, de la narración de una historia respecto a la cual intenté ser imparcial sin estar en el medio, sino a la vez en tantos puntos distintos como pude, ayudé a reparar en parte esta injusticia.

En este libro se relatan los tres días en que España pasó a ser un país en guerra civil, la más dolorosa de las dolorosas guerras. Escribirlo me costó tres años, que ahora no me parecen tan largos como me parecieron entonces, sumergido en el horror, en la tensión, en el dramatismo y en el desconcierto. Muchas fueron  las lecciones y enseñanzas que obtuve, que el lector lea desapasionadamente y extraiga las que le parezcan bien. Pero de mis conclusiones personales dejé constancia de una en el prólogo de 1967, y la reitero aquí por su vigencia y sensatez: a ningún preci los españoles deben repetir un 18, 19 y 20 de julio por muy gloriosas que tirios y troyanos consideren esas fechas. A ningún precio, insisto, la máquina de matar, en sentido literal o en sentido figurado, debe ponerse en marcha porque después no hay quien la detenga. Y para evitarlo, digo yo, que los dirigentes políticos deben esforzarse  en que los "enemigos" no lleguen a serlo, y se queden en "adversarios", y que éstos tienen que ser escuchados antes de que el aullido de las armas impida oírlos. Y esta actitud era válida para los días de julio de 1936, lo era para 1967, lo es para hoy y lo seguirá siendo para cualquier época.

Luis Romero
Barcelona, enero de 2006.

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