viernes, 8 de mayo de 2015

Nº 90

José Manuel Mora Ortiz es dramaturgo y dramaturgista -creo que también esto se puede decir- nacido en Sevilla en 1978. LOS CUERPOS PERDIDOS -ganadora del XVIII Premio SGAE de Teatro- toma como base el horror de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, algo sobre lo que ya pude leer en la escalofriante ficción que era la parte central y más importante de 2666, la ambiciosa novela del chileno Roberto Bolaño. Aún he leído poco de este texto que me ha interesado y que Mora Ortiz sintetiza así en la contraportada:

Para algunas mujeres, Ciudad Juárez llegó a convertirse en uno de los lugares más peligroso del mundo en la década de los noventa. Una urbe en la había libertad para violar, torturar y matar. Una urbe en la que los policías encubrían a los asesinos y maquinaban falsos culpables mientras el Gobierno parecía cerrar los ojos. Según Amnistía Internacional, Ciudad Juárez poseía una de las tasas de impunidad más elevadas del planeta con respecto al asesinato de mujeres. Esta impunidad era especialmente obscena para aquellos que flirteaban con las altas esferas del poder o poseían un nivel adquisitivo que les permitía comprar cualquier tipo de experiencia de cariz sexual.
Los cuerpos perdidos recoge el dolor del Otro y lo transforma en memoria propia para levantar una ficción inspirada en lo real sobre la barbarie, el mal, la injusticia y la locura.

A continuación transcribo el listado de personajes y el comienzo de la obra:


José Manuel Mora Ortiz, 2011
SGAE, 2011

102 páginas.
6 €.

PERSONAJES

YO
JUAN DEL VALLE, decano de la universidad
GABRIELITA, secretaria de Juan del Valle (1)
MARCELLO LÓPEZ, judicial y profesor de Historia
MAIKEL, chófer de Juan del Valle
SERGIO HERNÁNDEZ, periodista
ANTONIO REYES, supuesto culpable
FLOR RAMÍREZ NAVARRO, mesera (2)
ROSA, joven
SILVIA ELENA, joven
                                            LA MADRE DE ANTONIO REYES
                                            LA MAESTRA DE BEATRIZ
                                            MI AMANTE
                                            FORENSE
                                            LA HIJA DE MAIKEL, una niña de 12 años (3)

(1) El autor sugiere que Gabrielita sea interpretada por la misma actriz que haga Silvia Elena.
(2) El autor sugiere que el personaje de Flor sea interpretado por un hombre y que éste haga a su vez de Maikel
(3) Sugiero que la hija de Maikel sea interpretada por el mismo actor que haga de Juan del Valle.





Uno. Prólogo.

YO.- El vacío, lo que todos nosotros entendemos por vacío, no está vacío: tiene una densidad de energía oscura que domina el universo a gran escala. Esto nos obligará a replantearnos muchas de las leyes físicas que hasta ahora hemos aceptado de forma dogmática. Basándonos en explosiones de estrellas muy lejanas, hemos llegado a la siguiente conclusión: la expansión del universo se va acelerando y no -como cabría esperar bajo la influencia de la gravedad- ralentizándose. Para explicar esta aceleración, el setenta y cinco por ciento de la energía del universo tiene que estar hecha de algo extraño, una sustancia que nunca nadie ha visto antes. Silencio. El día que anuncié estos resultados  le pedía a mi mujer que hiciéramos el amor. Ella me preguntó si recordaba el día en que nos conocimos. Yo le dije que sí, que me acordaba de todo a la perfección. Y luego ella se desnudó y... (no sé si debo contar esto...) se subió a la cama apoyando el peso de su cuerpo en sus rodillas y me pidió que se lo hiciera por detrás, que calmara sus gritos con la palma de mi mano y que, con la otra, le pellizcara los pezones... todo esto me pareció muy triste. De alguna forma intuía que ella, la mujer que había conocido diez años antes en la Universidad Complutense de Madrid y con la que tuve dos hijas, estaba a punto de abandonarme. Pero igualmente lo hice. Lo hice sin hablar. Tal como ella me pidió. Lo hice con tristeza y, de algún modo, disfrutando de la posesión de un cuerpo a punto de desaparecer. Tuvo tres orgasmos. La abracé. Me dijo: te quiero. Y yo: eres lo más importante que me ha pasado en la vida. Y ella: cuida de las niñas. Ten cuidado de Ana, la pequeña, es muy frágil. Y lloró y la abracé y le dije: qué te pasa, y ella: me voy, mañana saldré de casa muy temprano para no despertar a las niñas y no volveré más. Y yo no pude abrir la boca y todo comenzó a acelerarse. Bebí media botella de whisky y escuché una y otra vez Una furtiva lágrima de L´Elisir d´Amore y estuve un tiempo sin decir nada, quieto, vacío. Y entonces todo se me vino encima: las grandes distancias del universo, los millones de años luz, la teoría de la relatividad, la posibilidad de coexistencia de universos paralelos, la constante que rige la expansión del universo, los hombres que se adelantan a su tiempo, la frase que Thomas -mi compañero en estos momentos- me dijo el día que nos conocimos: las pruebas teóricas me las creo siempre con la razón pero en estado de la energía oscura el estómago me dice que hay gato encerrado, mi mujer, mis hijas, mis hijas nadando en la piscina, mis hijas cubiertas por el albornoz recién salidas del agua, mis manos secándolas, mi profesión y la oferta de Thomas para trasladarme a la universidad de Ciudad Juárez. Silencio. Al amanecer, antes de dejar la casa, mi mujer me miró a los ojos y me dijo: no olvides despertar a las niñas, quédate un rato en sus camas para que no noten mi ausencia, deja de beber, date una ducha y no olvides llevarlas al colegio. Antes de despertarlas, llame a Thomas y le dije que aceptaba el puesto. Silencio. Ustedes se preguntarán por qué les cuento todo esto en lugar de dejar que los actores interpreten sus papeles. Si les soy sincero, he de aceptar que no lo sé..., pero el estómago me dice que todo esto tiene que ver con algo extraño..., algo que nadie ha visto antes...,  con una energía oscura que hará que todos nuestros actos se precipiten de una forma convulsa e irracional..., al menos esto es lo que pensé mientras despertaba a mis hijas arremolinando al calor de sus sábanas y calmaba a Ana, la pequeña, que acababa de sufrir una pesadilla. Silencio. A las dos semanas, después de dejarlas con sus abuelos y despedirme de ella como si las volviera a ver al final del día, el Ilustrísimo señor decano de la Universidad de Ciudad Juárez, Juan del Valle Martínez, me recibe en el despacho de un bello edificio colonial. Dice:

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